Las palabras son como agua.
Hay palabras que hacen mella en la memoria, en la cabeza, golpeteando y penetrando hasta lo más profundo, arañando, rasgando, rompiendo todo a su paso, como el agua sucia que limpia el cielo urbano, manchando todo lo que encuentra a su paso, y quien las pronuncia, es el cielo buscando limpiar su malestar.
¿Y que pasa contigo? estás abajo, te hundes en el fango de la polución, te ahogas en la inmundicia del mal descargado, te pesa, te hastía.
Palabras tóxicas de gente contaminada, buscando dañar lo que no comprende, lo que no comparte, lo que no puede alcanzar.
Y entonces llegas a casa y tiras a tus pies la ropa sucia y mojada, buscando algo que caliente tu corazón helado, susurros en los oídos que alivien tu carga, una ducha tibia, dulce, te acaricia mientras baja, llega también al fondo del alma dañada, escuece un poco, va curando, diluyendo los pesares trayendo el abandono como miel, como azucar derretido. Palabras de consuelo dulce, reparando lo que no ha roto, no importa si no comprende, no importa si no lo alcanza, si lo ignora o si lo siente.
Llueve dentro, luce el sol, y esperas... y sueñas... y olvidas... y creas.
Fluyendo como la corriente de los ríos, sin más destino que alcanzar el mar, dejando nuestra huella en el camino.
Ari.