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viernes, 19 de febrero de 2016

Bruma



La mañana llegó nublada, tal como cerro la noche, perezosamente la mujer estiró su cuerpo bajo las mantas, sin abrir los ojos pero con la mente más abierta que nunca, consciente de donde el sueño se mezcló con los recuerdos, donde el deseo se confundió con el pasado.
El ya no estaba, había marchado mientras dormía, callado, sin un solo sonido que alertara su partida caminando despacio, en su alma la esperanza de no volver a recordarla, en la de ella la certeza de no poder olvidarlo.
Llevando los brazos a su pecho, rodeando el frío con sus manos para buscar el calor que siempre sirvió para armar su mundo, encontró la bruma desierta del silencio.
El había marcado sus pasos calientes en caminos por sí solos creados, sin pedir un permiso que sin asentir se concedió, hollando las arenas de sus cuerpos ardiendo el fuego en las venas, olvidando que las horas pasaban, sin medir las caricias, plenitud de locura desatada pues los cuerdos amarran los sentimientos, y ellos ni lo intentaron.
No midieron el impacto en cada alma, no quisieron frenar cuando había tiempo, creyó el inconsciente que sería una noche más sin importancia, mientras los sentidos se iban hundiendo formando cuchillos de dulzura, rompiendo los muros sacando a la luz los secretos de sus rotos seres, armando unas vidas quizás sin pretenderlo. 

Y como vino, se fue y el salió de su camino y ella no siguió en él. 
Se miraron con los ojos del destino, se amaron en un instante de eternidad, se separaron jurándose sin palabras que ¡jamás!, se recordaron por siempre con temor a el día en que quizás el azar volviera a jugar.

Ari

jueves, 18 de febrero de 2016

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Hay momentos en la vida de pura rendición, donde tu fantasma vaga sobre el asfalto, bajo los rayos del sol sin ser percibido, porque te escondes, aprietas los párpados como si pudieras borrar el mundo, borrar la presencia de cada persona que tiene la desgracia de cruzarse contigo y caminas, un paso después otro, da igual donde te lleven porque incluso la esperanza ha huido.


Estás solo, vacío, hueco por dentro, muerto el arsenal de recuerdos que te sostenía porque todo fue como una ilusión, algo que creaste y no existía, un gigante con pies de barro que te enfanga y asfixia en su caída.
Sin un sonido en tu cabeza, ni una letra de una canción, sin notas, sin luces, sin deseos ni emociones, la nada.
Y aun así, el futuro caprichoso a veces se confía y en un arrebato de inconsciencia por su parte, te da por acabado y retira su aura dañina un segundo, y ahí... entró la luz.

 Los ojos se levantan, la espalda se yergue, la electricidad se siente fluir en tu cuerpo, en tu mente y todo lo dormido, despierta como de un invierno largo que ahora no sabes si duró por días o años.
Y cuando miras, te miran y si hablas te contestan, si sonríes te sonríen y empiezas a darte cuenta que estas como Alicia atrapada al otro lado del espejo, en un país sin maravillas y golpeas, te rebelas, haces ruido, llamas, gritas... deseas...
Golpes de otras manos también resuenan las grietas van surgiendo en tu ataúd transparente, entra el aire y al fin respiras quieres más porque tus pulmones aun recuerdan como te notabas y te gusta más aun de lo que tu sentías.
 
El mundo gira y el cielo cambia, la tierra se mueve, el aire se arremolina entre las piedras gastándolas, como tu también te gastas, desparramadas las briznas de tu pensamiento, de tu aire, de tu aliento compartido se posan en otras mentes, en otros ojos y en otros parajes que nunca viste; quizás nunca los veas porque el hado en sus mil vueltas juega de nuevo contigo y te abraza y si lo aceptas ese baile es divertido. 
 
La esperanza brota fuerte después de una gran caída siempre hay un fondo abajo donde poner su semilla. 



Ari.