Bailo para ti entre negras cuchillas,
levanto las manos a la luz del onice celeste de este mundo de sombras
tibias, tus ojos me miran prendidos en el vaiven de mis caderas, el pelo
suelto sobre mis hombros se mueve elevado en ritmo etereo, hipnotizo tu
mirada, mis pies sangrando flores carmesí rompiendo el suelo.
Ondulando
la espalda el curvo cuello se inclina cerca de ti, paseando la vista
sobre tu piel pálida, descubierto el pecho, marcando cada movimiento de
tu respiracion, siquiera notando como aspiras mi aliento.
Rozo
tus labios olvidando mi vida, impregnandome en ellos con sutil veneno
muero en tu boca como cada noche como tantas noche vivo en tu cuerpo.
Limpias
la sangre, y vendas con cuidado los lacerados miembros que me
sostenían, ahora en tus brazos tengo otra herida, es una joya partida en
dos mil pedazos cada uno de ellos brilla en tu frente, cristales de
alma separados pero unidos nunca míos puesto que eres amo de todo lo que
en mi tuvo sentido.
Ari
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