Hay un espacio entre nosotros que se quiebra como el hielo, es el calor de tus susurrados besos pegada a mi mejilla la piel carmesí que arde suavemente dejando un rastro de fresco aliento, mi cuerpo se conmueve... florezco.
Cierro los ojos vagando en el olvido, no importa nada de lo que el día se empeña en ofrecerme, añoro el candor de la noche ladrona del odioso sosiego, bendecida por la luna que en sus hilos de plata enlaza todos mis sueños rielando en mi alma, tan cerca de tu abrigo.
Me gustaría murmurarte, entre los dientes un beso tan ardiente que te queme hasta los huesos, tal como siento que muero en los silencios de tus ojos y los roces de tus dedos.
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